Si pensamos en los años 40 seguramente nos venga a la cabeza personajes de Hollywood como Rita Hayworth. En los años 50 la mujer ideal es Marilyn Monroe. En la década de los 80 Jane Fonda… El canon de belleza femenino ha variado mucho y a velocidad de vértigo a lo largo de la Historia. Desde luego, una cosa es evidente, la talla 36 actual es algo muy novedoso que se ha ido imponiendo con el nuevo siglo, pero nunca antes había sido así. Cuanto más atrás en la historia miramos, más observamos la imagen de la mujer asociada al símbolo de la fertilidad y la abundancia. Antaño, ya en la Prehistoria, se la identificaba y representaba con caderas anchas y grandes pechos, capaces de dar a luz y criar niños fuertes y sanos. También durante la era de la antigua Grecia se aspiraba a una mujer de cierto volumen físico, cosa que no terminó de desaparecer a lo largo del tiempo del Imperio Romano. No se habían perdido estas características. Durante los siguientes siglos, en la Edad Media y el Renacimiento, todavía se buscaba el cuerpo redondeado, aunque los pechos habían bajado en volumen, tal como observamos en pinturas y esculturas de Da Vinci o Boticcelli. La tez es blanca, los labios rojos, los cabellos largos y los ojos claros. Posteriormente, a partir del siglo XVII, en pleno Barroco, vuelven los cuerpos algo más rellenos, aunque con cintura estrecha y caderas anchas. Se observan en pinturas de genios de la época como Rubens pieles blancas, corsés para resaltar los pechos y aderezos como lunares postizos, encajes, mucho maquillaje, etc. Ya en el siglo XIX se comienza a apostar por un canon de belleza de mujeres más delgadas. Para ello, se usan corsés excesivos que incluso llegaban a provocar mareos...
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