Un síntoma de lo parroquiano que sigue siendo el periodismo español es lo poco que perseveran como reporteros los notables de la «tribu». En cuanto llegan a cierta edad o a un nivel de prestigio conveniente, por voluntad propia o seducidos por sus empresas, muchos renuncian a las excursiones por «territorio comanche» y se asientan en los despachos a lidiar con los cierres de edición, los días de libranza de los subalternos, las pesadillas administrativas y los mal llamados «almuerzos de trabajo». Es raro encontrar en los campos de batalla del mundo un corresponsal español cincuentón. El reportaje de acción requiere cualidades juveniles, pero entre los anglosajones, la corresponsalía en zona caliente no parece incompatible con peinar canas, echar kilos y haber rebasado la barrera del medio siglo. Un ejemplo refulgente es Peter Arnett -calvo, enano, sesentón y con un poco de panza-, quien triunfó arrolladoramente con la CNN en Irak durante la Guerra del Golfo, veinte años después de impartir una lección profesional y ganar un Pulitzer en Vietnam como reportero de AP. Una década después reapareció en lo que restaba de la antigua Yugoslavia, ahora con la Cadena Fox y creo que sigue dando la lata. No es el único caso. El corresponsal más relevante de la Revolución cubana fue Herbert Lionel Matthews, quien había cumplido los cincuenta y siete años cuando subió a Sierra Maestra y entrevistó en exclusiva mundial a Fidel Castro. En el momento que Matthews encontró a Fidel, el comandante solo contaba con dieciocho «barbudos». La diminuta pandilla de revolucionarios estaba rodeada y parecía al borde de la extinción. El periodista Herbert Lionel Matthews con Fidel Castro. El ‘scoop‘ fue publicado el 17 de febrero de 1957, cuando el entonces ‘piadoso‘ guerrillero andaba a trompicones por los montes y la manigua. La entrevista comenzaba así: «Fidel...
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