Dentro de su programa de exposiciones en torno a la colección de Blanca y Borja Thyssen-Bornemisza -que le está dando nueva proyección y permitiendo competir con el Reina Sofía en el ámbito de la pintura actual internacional- el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta una muestra monográfica dedicada a Peter Halley (Nueva York, 1953), la primera retrospectiva en España desde la que organizó el Reina Sofía en 1992, recorriendo toda la carrera del artista, de 1985 a 2024. La selección de veinte pinturas ha sido realizada por el propio artista, que también ha diseñado el plan de instalación. Halley hacia 1980 innovó en la tradición del arte abstracto-geométrico del siglo XX, dominado hasta entonces por concepciones idealistas y formalistas, situándolo en un contexto social, cree Javier Solana, director del Thyssen. Para los pioneros de la abstracción, la geometría encarnaba una racionalidad ideal dotada de valor utópico, pero Halley reinterpreta la geometría como un medio de confinamiento y control social, con rasgos distópicos. El cuadrado, que había sido objeto de un culto cuasi-religioso desde Malévich hasta Josef Albers, se convertiría a través de su ironía crítica en símbolo de prisiones, celdas y conductos. Pudiera ser. Comprometido con sus convicciones marxistas, Halley utiliza su arte y su teoría como medios para cuestionar conceptualmente las dinámicas de poder y la organización social; busca promover una reflexión crítica sobre los sistemas económicos y culturales dominantes, y con ello quizás inspirar un indefinido cambio social. Pero si no nos lo cuentan, no lo hubiéramos deducido solitos. Podemos pensar que es un practicante de la pintura abstracta geomética pos-Rothko, cuyo orden estético es subvertido por los más chillones colores y por entramados rectangulares poblados de barrotes y conductos. Dicen que sus composiciones recuerdan circuitos integrados y diagramas de flujo, y que se anticipa a la era digital y...
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