El atacante se dirigió hacia el grupo donde se encontraba el niño que falleció, quien cayó gravemente herido junto a la banda del campo de fútbol, cerca del graderío. La tragedia ocurrida en Mocejón nos sacude profundamente y nos obliga a reflexionar sobre la seguridad, la violencia y el estado de nuestras comunidades. El ataque, perpetrado en un campo de fútbol donde Mateo jugaba con otros niños, es una dolorosa muestra de la vulnerabilidad que enfrentan los más inocentes en situaciones que deberían ser de disfrute y seguridad. 🚨COMUNICADO OFICIAL URGENTE pic.twitter.com/xt5p2E9LYx — Dani Dsk (@daniesdsk) August 18, 2024 La imagen de un hombre encapuchado que, armado, se lanza contra un grupo de niños y familias desprevenidas, nos enfrenta a una realidad que resulta difícil de comprender. No se puede minimizar el impacto devastador que un acto tan brutal tiene, no solo en la familia de Mateo, que se enfrenta a un dolor inimaginable, sino también en toda una comunidad que ahora se ve obligada a lidiar con el miedo y la inseguridad. Mientras todos (la gente de bien) hemos condenado el asesinato del niño de Mocejon, sin saber si es español o no, los rojos están callados como unos hijos de puta esperando a que se sepa su identidad para ver si es condenable o no. — InfoVlogger (@infovlogger36) August 18, 2024 Es imposible no preguntarse cómo es posible que un lugar destinado al deporte y la recreación, como el polideportivo Ángel Tardío, haya sido escenario de tal horror. Aunque los vecinos afirman que el campo estaba cerrado y que tanto los niños como el agresor accedieron por una valla rota, esto pone en cuestión las medidas de seguridad que deberían estar garantizadas en espacios públicos, especialmente aquellos frecuentados por menores. La respuesta de las autoridades, con la activación...
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