Aquí tienes por entregas y en forma de serial, como los antiguos folletines pero en clave casi académica, una obra sobre esa figura tan mítica del periodismo que es el corresponsal de guerra. Capítulo a capítulo, Alfonso Rojo va desgranando la historia, los secretos, los vicios y las virtudes de ese reducido, complicado y privilegiado grupo de profesionales que consumen su vida saltando de un extremo a otro del planeta, para ser testigos directos y poder relatar en vivo los horrores, calamidades y espantos que provoca la estupidez humana. Por Alfonso Rojo Diario 16 salió por primera vez a la calle el 18 de octubre de 1976. Como la fortuna ayuda a los audaces, a las pocas semanas tuve la suerte de circular en Vespino por la calle Serrano de Madrid y con la cámara en bandolera, en el preciso instante en que una bomba plantada por los saharauis del Frente Polisario reventaba junto a la fachada de la embajada de Marruecos. Frené en seco y oprimí el disparador como un poseso, haciendo esfuerzos para contener la tos que me provocaba la humareda. Fue la primera vez que mi nombre, aunque en caracteres diminutos, lució en la primera pagina de un diario. Recién llegado al periódico, fresco, entusiasta y con las algaradas de la Universidad Complutense todavía recientes y una dilatada experiencia en trotar delante de los antidisturbios, me brindaba encantado a cubrir manifestaciones, mítines ultraderechistas, cargas policiales y protestas callejeras. Los fotógrafos veteranos tendían a eludir esos eventos, en los que había elevadas probabilidades de recibir una tanda de porrazos o un seco puñetazo en los morros, y eso me permitió ir cultivando cierta fama de intrépido. Una noche, en plena Gran Vía madrileña y a golpe de flash, capte el momento en que unos musculosos agentes del orden...
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