Dice Pérez Reverte que sería más útil para los estudiantes de periodismo una asignatura de «facturas», que muchas de las mamonadas que les tratan de enseñar en las facultades. Comparto la tesis de que lo realmente peligroso para el corresponsal es justificar la cuenta de gastos ante el gerente, pero se me ocurre una cátedra de más enjundia. A estas alturas -después de arrastrar el culo 30 años por los lugares más inhóspitos del planeta-, creo que lo primero es volver vivo para contarlo, pero dando eso por supuesto, lo esencial es el cuarto de baño. No se rían. Como españoles, pertenecemos al 5 por ciento privilegiado de la humanidad. Y no sólo porque en nuestra sociedad rigen los derechos humanos, hay democracia y no se deja reventar al menesteroso. También, porque habitamos en una zona del planeta donde le das la interruptor y se enciende la luz, giras el grifo y sale agua o tiras de la cadena y todo se va por el alcantarillado. Pero imaginen que esperan al norte de Kabul, como estuve yo tres mes con Diego Merry del Val, o aguardan en un hotel de Bagdad, como hice con Enrique Serbeto, y empieza el bombardeo. Un bombardeo a la moderna, que en tres minutos hace fosfatina las fuentes de energía y los centros de comunicaciones. Lo de los teléfonos, ahora que hay tarjetas 4G y móviles supersónicos no es un escollo insalvable. Tampoco que no se ilumine la bombilla. Ni siquiera recargar el ordenador, porque si has sido previsor, lo puedes hacer usando el mechero del coche. Lo serio, lo paralizante, lo estremecedor es que deja de fluir el agua y no funciona ni la cisterna. Ahí, el que es pardillo, cuando llega el apretón, usa el váter de su habitación y a los tres...
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