Con la disculpa de algunos versos de autores clásicos, este proyecto pedagógico de la CNTC imita desgraciadamente el equivocado camino emprendido por el Teatro de la Zarzuela con su proyecto Zarza para popularizar el repertorio clásico. Con el mismo resultado: un petardo discotequero sin pies ni cabeza para que los pobres adolescentes de tercero de la ESO odien al teatro español del siglo de oro por mucho tiempo, si no es para siempre. La sexta promoción joven de la CNTC estropea su trayectoria y la de sus antecesoras pasándose de posmoderna y deconstructiva con un espectáculo sin contenido y con forma rocambolesca, una sucesión disparatada de escenas incomprensibles, coreografías de fiestorro de fin de semana, donde el griterío y las gesticulaciones sustituyen al buen hacer actoral, donde algunos versos antiguos naufragan entre ripios y sonsonetes, y donde fuegos artificiosos luminitécnicos y subtítulos de todos los tamaños convierten el escenario en una pesadilla dantesca. “Mas como se divirtiesen en una aloxería…, encomendé a mis pies el peligro”, se dice en ‘La Dorotea’ de Lope de Vega. La alojería era el nombre del puesto de comidas y bebidas situado dentro de los corrales de comedias del Siglo de Oro, un lugar donde se hacía y vendía aloja, una bebida de agua, miel y especias. Con ese exótico titulo se nos presenta este espectáculo, tutorizado por Julián Fuentes-Reta y dirigido por Cristina Marín-Miró, que también forma parte del elenco. Es el tercer montaje interpretado por esta promoción tras La discreta enamorada (ver nuestra reseña) y el Monstruo de los jardines (ver nuestra reseña), dirigidas por Lluís Homar e Iñaki Rikarte respectivamente, y ambas no buenas, sino buenísimas. Cómo puede ser que el mismo excelente reparto de estas dos haga una tercera tan deficiente… La directora declara: “La Alojería busca reflexionar sobre el arte...
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