Salvo excepciones, que siempre existen, la gente que hace el Camino de Santiago se porta muy bien (Camino de Santiago: ‘La Casa del Reloj’). La santa mezcla de esfuerzo, voluntad, sacrificio, aire libre, paciencia y retorno a los orígenes que conlleva echarse a andar o a pedalear día tras día sin propósito material alguno, hace aflorar las mejores cualidades. Allí aparecen la ayuda a las personas, el saludo a los desconocidos y la amistad entre seres que hasta aquel momento no se conocían (Camino de Santiago: Chanchullos, caraduras y negocios ocultos en la ruta). Para pasar con bien y compartir momentos y etapas del Camino, basta aplicarse un viejo un refrán español: «Es de bien nacido ser agradecido» (Camino de Santiago: La preparación previa del caminante o del ciclista peregrino). Y como orientación, cuatro normas básicas: • El Camino de Santiago no se hace por imposición, es una elección libre y por ello el peregrino no debe creer que tiene privilegios. En los albergues y establecimientos de la ruta hay que comportarse con educación, sin avasallar a los propietarios y hospitaleros y sin urgencias. Los hospitaleros voluntarios son también peregrinos y, como su nombre indica, ayudan de forma desinteresada y preparan los desayunos, compran y hacen la cena, limpian las instalaciones, curan heridas, etc. • No hay que tirar basura en el Camino, para ello conviene llevar una bolsa vacía y depositar en ella todos los envoltorios, latas y restos de comida que se vayan acumulando durante la etapa. • Todos los peregrinos merecen el mismo respeto, tanto los que han hecho diez caminos como los que empiezan, cada uno parte con objetivos y expectativas diferentes pero todos terminan abrazando el mismo fin. El Camino es una de las mejores escuelas en civismo y valores humanos que se puede encontrar,...
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