El fallecimiento de Tomiko Itooka a los 116 años de edad no solo marca el fin de una vida extraordinariamente larga, sino también nos invita a reflexionar sobre el significado de la longevidad en una época en la que la esperanza de vida sigue ampliándose gracias a los avances de la ciencia y la medicina. Itooka, quien fue reconocida como la persona más longeva del mundo por el Libro Guinness de los Récords, representa mucho más que un simple dato estadístico: es un símbolo de resiliencia, de historia viva y de los profundos lazos que conectan el pasado con el presente. Nacida en Osaka en 1908, Tomiko Itooka fue testigo de algunos de los momentos más transformadores del siglo XX y principios del XXI. Desde la era Taishō hasta la era Reiwa, su vida abarcó una extensa gama de cambios culturales, tecnológicos y sociales. Su longevidad no solo la convirtió en un testimonio viviente de la evolución del Japón moderno, sino también en un ejemplo de la capacidad humana para adaptarse a las circunstancias cambiantes del mundo. El reconocimiento que recibió, primero como la persona más longeva de Japón en 2023 y luego como la más longeva del mundo en 2024, subraya la importancia de valorar y celebrar la vida en todas sus etapas. Sin embargo, también nos enfrenta a una realidad ineludible: el envejecimiento y la muerte siguen siendo aspectos centrales de la experiencia humana. En un contexto global donde el envejecimiento poblacional es un desafío creciente, historias como la de Itooka nos recuerdan que vivir muchos años no es solo una cuestión de biología, sino también de calidad de vida, comunidad y significado. La ciudad de Ashiya, donde Itooka pasó los últimos 30 años de su vida, también desempeña un papel importante en esta historia. El alcalde Ryosuke...
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