Cuando llega el momento de rematar, al PP le suelen entrar las dudas y casi siempre enfila por la trillada senda del apaciguamiento, pero deseo fervientemente que apriete y contribuya a que Sánchez concluya su oprobioso peripecia en la cárcel. Y viendo la que esta cayendo y como se acumulan las evidencias de la tentacular corrupción del PSOE, no es algo totalmente descartable. Cada día es más urgente que el marido de Begoña se siente también en el banquillo. Son mayoría en esta tibia oposición quienes sostienen que no hay que exagerar y que la imputación, si llega, es asunto de tribunales. Cierto que esas cosas las tienen que decidir los jueces y no los políticos o una acalorada opinión publica, pero me parece un trámite inexcusable. Lo del amo del PSOE, perfeccionando el estropicio que desató Zapatero, pasa de castaño oscuro. Desde su llegada a La Moncloa, a lomos de proetarras y separatistas, la peripecia de Sánchez es un rosario de tropelías. Todo lo que ha hecho para mantenerse en la Presidencia ha sido ilegal, irregular, ilegítimo, inmoral o chapucero. Arropado, por un amplio rebaño de ‘charos’, chupatintas y chorizos, que unas veces por devoción analfabeta, otras por interés y las más por puro sectarismo le permiten hacer lo que quiera, se ha pasado la Constitución por la entrepierna, ha cepillado el Código Penal, ha cedido parcelas de soberanía a los chantajistas periféricos, ha usurpado áreas del Poder Judicial y ha asaltado una tras otra las instituciones. Es esa caterva, cuyo portaestandarte es la histérica Chiqui Montero, pero donde ostentan galones los Patxi López, Óscar Puente o Francina Armengol -respaldada por los periodistas de la ‘Brunete Pedrete’-, la que estigmatiza a todo el que no es adicto al régimen y se atreve a disentir. La izquierda española en general y...
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