Aunque hay 1.305 kilómetros de distancia entre Waterloo y La Moncloa, Puigdemont ha olido el canguelo de Sánchez. Y aprovechando las debilidades del marido de Begoña, el golpista catalán sube la apuesta y le exige ahora que se someta a una cuestión de confianza. Pura fanfarria destinada a incrementar el precio de su previsible apoyo a los presupuestos de la Coalición Frankenstein. Digo fanfarria porque la moción de confianza, a diferencia de la de censura, no la activa la oposición sino el Gobierno y Sánchez no tiene intención alguna de hacerlo. Pagará más, hará nuevas concesiones, cederá competencias en inmigración y claudicará en lo que le exijan los separatistas y a otra cosa mariposa, porque el único objetivo del amo del PSOE es seguir en el sillón y usando el Falcón. A la espera de que escampe, algo bastante improbable a la vista de como se va cerrando el nudo de la corrupción en torno a su cuello y al de la panda de mangantes que le arropan. Estamos en tiempo de Adviento pero a Sánchez le debe parecer Semana Santa, porque de aquí a Nochebuena peregrinaran a los juzgados por lo menos cinco de los suyos: Ábalos el 12 de diciembre, Aldama el 16, Koldo el 17, Begoña el 18 y dos días después, Cristina Álvarez, la ‘asistente’ de la parienta del presidente. Una subida al Gólgota que lo tiene desquiciado, como demuestran la pifia de boicotear la presencia del Rey en Notre Dame y la ignominia de no asistir al funeral por las víctimas de la DANA. Lo primero rezuma sectarismo anticatólico y miopía. Lo segundo es puro canguelo. No fue a la Catedral de Valencia porque salió escaldado de Paiporta y temía volver a ser abucheado y corrido de nuevo en pelo. Cuando se ocupa un cargo de relumbrón, hay obligaciones inexcusables...
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