Esa certeza es compartida por la inmensa mayoría de los observadores que siguen el curso de ese traumático y peculiar proceso, que tiene como estelar protagonista a una ciudadanía que se ha sobrepuesto a todo tipo de adversidades, para llegar a esta meta demostrando que para los venezolanos jamás fue una opción ni rendirse ni resignarse a normalizar la tragedia en la que se encuentran acorralados. Al momento de escribir esta crónica ya circulan las últimas encuestas que revelan la descomunal ventaja que acaudala a Edmundo Gonzalez Urrutia, sobre un Nicolás Maduro debilitado, sin respaldo popular, vapuleado por el repudio de la gente, entre la que se cuenta a anteriores seguidores del chavismo, que ahora cierran filas en esas multitudes que claman por un cambio profundo y urgente en Venezuela. Maduro está desolado, así se le ve entre tinieblas en esos eventos con poquísima asistencia que ponen al descubierto su ocaso. No tiene gestión que mostrar y su larga permanencia en el poder le restan credibilidad a esas promesas que lanza al aire y que les son devueltas por una ciudadanía incrédula ante un pontificador que ya los ha estafado y decepcionado. La unidad de la ciudadanía y de sus dirigentes es la clave medular de este avance significativo. Esa unidad que Maduro trató por todas las formas de estropear, pero que se mantuvo viva y ahora luce vigorosa. La manera como la dirigencia sorteo las trabas que fue colocando en el camino Maduro y sus asesores, es digna de estudiar para que sirva de referencia a otros pueblos que también busquen zafarse de semejantes regímenes autoritarios. Mención especial merece María Corina Machado, la candidata elegida que fue capaz de reinventarse ante tal maniobra para dejar “con los crespos hechos” a Maduro que había calculado que, una vez sacada de...
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