No se depriman, porque Sánchez acaba seguro en el banquillo de los acusados y con un poco de suerte, a poco que la Justicia haga honor a su nombre, lo vemos en prisión. Cierto que España se ha convertido en el último lustro en el circo del disparate. La concatenación de esperpentos han ido ensanchando las tragaderas de la gente y ya casi todo da igual. Cada día salta un despropósito que supera al precedente, cubriéndolo bajo una capa de amnesia y manipulación. Pero no hay mal que 100 años dure. Cierto que la oposición, escasa de colmillos y patosa en comunicación, parece incapaz de usar como ariete asuntos que en cualquier democracia decente le costarían el cargo hasta a María Santísima. No me refiero solo al Begoñagate, los díputeros del Tito Berni, los millonarios apaños de Aldama, los chanchullos del imputado Fiscal General o los trapicheos del tamden Koldo-Abalos. Lo de Sánchez abanicándose con un paipay indio en Bollywood, mientras aquí empezaban a acumularse los muertos por el Diluvio en Levante, cenando como un búfalo en el avión de vuelta antes de mandar su insultante whatasapp a Mazón y arrastrando los pies para no dar ayuda, prolongando el dolor de las víctimas para sacar rédito político de la tragedia, es de juzgado de guardia. Como lo son sus pactos y claudicaciones con proetarras y separatistas. Una imagen, recogida ayer por las cámaras de televisión y difundida a los cuatro vientos en redes sociales, simboliza a la perfección el vodevil político en el que padecemos los españoles. Es la de la diputada socialista Patricia Blanquer implorando con las manos posición de rezo a los independentistas de ERC, un voto favorable al ‘impuestazo‘ del Gobierno Frankenstein. Da pena y vergüenza todo esto, pero no pierdan la esperanza porque a menudo las...
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