Son tantos los acontecimientos que se van intercalando que resulta complejo dilucidar cuál es el más trascendente. Si acaso, resulta extraño que, por medio de un organismo del Estado, la Abogacía del Estado, se interpongan querellas, archivadas, contra el juez instructor de unas causas o contra un personaje objeto de querellas, para hundir a su pareja, una presidente de Comunidad Autónoma. Tanto es así, que las resoluciones judiciales se anuncian anticipadamente por una miembro del gobierno con todo desparpajo y desgreñadamente. Al no tratarse del primer caso, ya comienza a ser un clásico el hecho que el gobierno, con sus ministros, sepa con presteza y en primera exclusiva lo que se va a resolver por los jueces instructores. Sin embargo, ello no es lo más llamativo. Resulta que, un presidente de gobierno que accedió a su alto cargo haciendo de la lucha contra la corrupción su estandarte, que levantó pendones contra el uso gubernamental de los medios televisivos, que se acogió a una frase para impulsar la moción de censura, en estos momentos, tanto si está en Portugal, como en Bélgica, como en la India, tiene a su Fiscal General, imputado, a un exministro, imputado, a un ex secretario general socialista, imputado, a un amigo coral por propia su manifestación pública, imputado y a su esposa, también imputada. A todo ello hay que unir el descrédito de su ministro de Interior, del ex director general de la Guardia Civil, del ministro de Justicia, del ministro de Trasportes, del Tribunal Constitucional, de la Abogacía del Estado, del CIS y, si me apuran, hasta del CNI y de la CMNC. Pues bien y sorprendentemente, a pesar de todo ello y de no poder acercarse al ciudadano sin que le silben, sonríe cínicamente y sin freno alguno, despreocupado de la fea realidad que...
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