Un misterio para muchos. En diciembre de 1937, Walt Disney lanzó su primer largometraje: «Blancanieves y los siete enanitos». El filme pasó a ser el mayor éxito del cine en 1938, uno que no solo alentó a Disney a hacer otros dibujos animados de cuentos de hadas en las próximas décadas, sino también a otro estudio, Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), a probar su propio musical de fantasía sobre un niña huérfana y una bruja malvada: «El mago de Oz». Pero a pesar de todas sus similitudes con Blancanieves…, la versión de MGM es más bien un anti cuento de hadas. Basta con mirar al trío de inadaptados que, asustados y endebles, acompañan a su heroína a lo largo del camino de ladrillos amarillos. Ninguno de ellos es lo que se diría un príncipe guapo. En el ruido que hacen las extremidades oxidadas del hombre de hojalata se pueden escuchar ecos de la armadura casera de Don Quijote. Mientras que los ruidos nerviosos del trío cuando se preparan para colarse en el castillo de la bruja nos remontan a la escena en que Westley, Iñigo y Fezzik están a punto de invadir el castillo de Humperdinc, en La princesa prometida. Judy Garland cantando ‘Over the rainbow’, en ‘El Mago de Oz’. Dorothy Garland (Judy) luce tan inocente con sus dos motonetas trenzadas, las canciones de Harburg y Arlen son tan deliciosas y las aventuras de Technicolor son tan emocionantes que todavía hoy es fácil pensar que «El mago de Oz» no fue realizada hace tanto tiempo, aunque han pasado 80 años desde su estreno. A pesar de ello, la película revierte las convenciones de la narración del bien contra el mal de una manera que habría provocado la furia de Walt Disney, según recoge el autor original de este artículo Nicholas Barber en...
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