De Pedro Sánchez, ya hace algo más de cinco años, se sabía que es un tipo que puede cambiar de opinión cada temporada. Y que, a medida que se acostumbraba a dormir a pierna suelta en La Moncloa, esos giros se hacían más frecuentes. Tanto que cambia de criterio, de línea y de principios, por lo menos una vez al mes. Ahora percibimos que las cabriolas se producen cada día. Y loa prueba ha sido la rídícula gira africana del marido de Begoña. El amo del PSOE, que adoiptó como vicepresidente al pelanas Pablo Iglesias tras afirmar rotundo en televisión que los españoles no podrñian dormir tranquilos con un sujeto así cerca del poder, y que sumo a los etarras de Bildu a su proyecto antes de trasnformar en ‘progresistas aliados‘ a los xenófocos de JUNTS, pega el salto mortal en política migratoria. Durante su reciente gira por Mauritania, Gambia y Senegal, el tipo ha cambiado su discurso de manera hilarante. Al inicio del viaje, Sánchez presentó la visión tradicional del socialismo: puertas abiertas, la promesa de 250.000 empleos y las habituales afirmaciones sobre la dependencia de la Seguridad Social y el sistema de pensiones de una inmigración abundante. Se entregó a los clichés del buenismo característico de los socialistas y comunistas, sin considerar el agravamiento del efecto llamada mientras Canarias, Ceuta y Melilla enfrentan una crisis humanitaria que Sánchez parece no entender. En medio de ese desbarrre, debió llegarle un mensaje urgente de su sumiso Tezanos, alertando que esa postura le iba a costar millones de votos y el socialista jefe se metamorfoseó de nuevo. Su discurso, de un día para otro, dio un giro copernicano, abogando por una inmigración «circular«, contratos en origen y formación en España, mientras discutía sobre los viajes de ida y vuelta de la...
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